4.05.2018

Parque Eólico de observación e identificación.



La bocina del cambio de turno estaba a punto de sonar, pero Dac no tenía ganas de salir del sistema. Por primera vez desde que llegó al Departamento de Identificación de Valores Humanos sentía que iba a hacer su primera detección. La necesitaba. Hacía tres meses que el viento lo esquivaba. Durante los interminables silencios se encontraba imaginándose los imanes de sus audífonos burlándose a sus espaldas como un sardónico mimo francés. El tiempo transcurría mudo. 
Y, al fin, la bocina se clavó en su pecho. Ya quedaba un día menos para volver a la granja de carne, sólo tenía tres días para cumplir con el contrato. Tres. Hasta el más novato de los escuchas sabía que cazar al primer sobretalento era sin duda el logro más difícil. También era de dominio público que muchos no lo conseguían. Pero Dac no podía permitirse volver a su antiguo empleo con el rabo entre las piernas. Había estudiado mucho para poder tener la oportunidad de hacerse con el puesto. Había escuchado decenas, probablemente cientos, de horas de grabaciones y en ellas era capaz de reconocer hasta la señal más débil. Y aun así la duda le vejaba el estómago. ¿Cómo sería una señal auténtica? ¿Una que no hubiera escuchado antes otro analista?

Estaba a punto de introducir la clave para salir del sistema cuando un chasquido hizo ondular ligeramente las membranas de sus audífonos. Estaba tan absorto en su anticipación del fracaso que casi le pasó desapercibida. Ignorando las luces rojas que aparecían en su monitor instándolo a abandonar su sesión y dejar paso al siguiente operario, sostuvo con delicadeza la rueda del potenciómetro y fue girándola poco a poco. Y el viento empezó a susurrar. Los chasquidos se fueron haciendo cada vez más seguidos hasta formar una sutil onda de coherencia. Activó las válvulas de vacío auxiliares. Y rezó. Rezó a los Dioses Exteriores, y aún más a los Interiores. Pero sobretodo, contuvo el aliento con la esperanza y la determinación de parar cualquier actividad, física o mental, que pudiera interferir en la señal que estaba recibiendo. Todo fundió a negro. Ya no había compañeros a su alrededor, ni maquinaria. Así, en medio de la oscuridad, se presentó frente a él la más bella de las ondas. La disfónica voz del viento que traía consigo información tan valiosa. En seguida presionó la batería de botones para fijar la señal y proceder al rastreo e identificación. 
Como un dique que se rompe, sus pensamientos liberados arrasaron con cualquier protocolo. Qué habría encontrado. ¿Un Imperium?  Quizá sería uno de los difíciles. Eso le haría entrar en la élite con su primera presa. 

Estaba absorto en su meteórica ascensión cuando todas las luces del cuadro de mandos se apagaron y en sus audífonos ya no se escuchaba nada.  En la pantalla apareció un mensaje escueto y aterrador. 

2.674B//33 preséntese en la 4ª planta. 

Eso solo podía significar que había dado con uno de la lista reservada. Al final habían resultado ser ciertas las habladurías. Una mano se posó con firmeza sobre su hombro en una intangible presa que le cortó la respiración. Cuando alzó la vista vio a dos hombres enfundados en los agoreros monos grises y Dac supo que todo había acabado. 


1 comment:

Inocencio Pio said...

Una, bueno, dos, palabras: misterioso e inquietante. Ahora no puedo dejar de pensar en esos misteriosos hombres grises, y en lo que habrá en la planta 4ª, ¿y que es el sonido que ha descubierto?, ¿el eco de una civilización pasada?, ¿una conversación grabada que debería haber escuchado?...